Ojo con lo que deseas por Rafa Rius

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Foto by Geoffrey Fairchild

¿Eres coleccionista? ¿Te atraen los sellos, los llaveros, los posa vasos? ¿O acaso tu gusto es algo más retorcido y coleccionas animales muertos, mujeres violadas, fotos de niños desnudos o de cadáveres? Yo soy coleccionista, y mi afición es tal que me lleva a reconocer mi enfermiza obsesión… ¿Si soy consciente de ello ya no es tal? Me temo que no, pero es que para mí mi colección es imprescindible, cada componente me observa desde sus estantes, y con más de mil doscientos ejemplares es la colección más impresionante de ellos que existe; creo que hay un americano que anda por los trescientos. ¡Ja! Me río yo de su colección. El caso es que hoy es un día especial porque… Mejor todo a su debido tiempo.

Mi colección no es simplemente el elemento que reposa en la estantería. Abarca el proceso, a veces metódico, a veces improvisado, que va desde que veo al portador adecuado hasta que vierto la resina de poliéster en el molde y una vez cuajada los coloco sobre su soporte en el estante. Por eso hago este escrito, pues a todos les acompañan una breve descripción de lo ocurrido.

Hay miradas que me dicen mucho, que están llenas de vida. En ocasiones simplemente me transmiten un estado de ánimo concreto, el pensamiento secreto de esa persona, su deseo oculto, algún sentimiento… Otras en cambio no me dicen nada. Recuerdo perfectamente la mirada de cada uno de ellos, y el horror que expresaban cuando entendían lo que les iba a hacer.

Me lo crucé en el metro. Un chico joven, alto, aunque no muy atractivo. Mostraba cierto grado de miopía (ese es un rasgo que siempre me ha gustado, proporciona una mirada más interesante, diferente, bonita) y unas finas gafas que junto a sus pobladas cejas le conferían esa mirada entre despistada e interesante. Y esos ojos. ¡Dios, vaya ojos! Castaño claro, como si el propio otoño les hubiese dado color. Creo que debo aclarar en este punto que mi colección en ningún sentido posee un componente sexual, me gustan y los admiro, pero no tengo limitación de género.

Así que le seguí.

Durante tres días fui su sombra en la oscuridad, evitando en todo momento ser visto pero sin perderlo de vista. Aquella noche de viernes salió con unos amigos, y las copas y el ambiente desinhibido le llevaron a acompañar a una joven a su casa. Tras un par de horas esperando frente a aquel portal, el chico apareció; eran las tres y media de la madrugada y aquella calle estaba tan desierta como oscura, tan sólo iluminada por la tenue luz de un par de farolas lejanas. Toqué mi instrumental en un ritual que el tiempo me había provocado: mis pinzas separa párpados, las oculares, el escalpelo… Y fui a por él.

Aun recuerdo la impresión que me dio ver aquellos ojos en el bote; aquellas manos mal lavadas por las prisas, aquel nerviosismo al sentirse descubierto, aquel saca bolas de helado que tanto me recordó a mis comienzos. Y la decisión llegó de repente, inesperada, sin planteamiento alguno… Adoptaría como pupilo a ese joven para que continuase mi colección, mi hermosa obra.

Pero toda colección tiene una pieza especial.

Hace meses que lo estoy preparando y ya ha llegado el momento. Hoy sentiré el frío contacto del blefaróstato separar mis párpados, y cómo las pinzas de sujeción presionan mi ojo mientras el escalpelo se encarga de liberarlo. Hoy sentiré lo que tanto he envidiado en mis víctimas, porque quiero el dolor, quiero sentir el horror para poder reflejarlo en mi rostro, y quiero… No, deseo, que lo último que yo pueda ver sea el disfrute de mi mutilador mientras me los arranca. En breve mis ojos reposarán en un lugar privilegiado en mi colección, donde deben estar para cerrar un ciclo, y admirar desde ahí mi obra sin el estorbo de ningún parpadeo.

Pero él continuará, así que os advierto una cosa…

Tened cuidado con esas miradas furtivas a un desconocido, con ese cruce de miradas en la calle, en el metro, en el trabajo. Cuidaos de seducir con la mirada, de sostenerla con alguien, porque si es él, o algún otro coleccionista, ten por seguro que no descansará hasta arrancarte los ojos y disfrutar de su tacto entre sus ensangrentados dedos.

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